Durante cuatro años fui vegetariana. Long time ago, cuando mi carpeta del "insti" relucía con fotos de Faye Grant (la Dr. Julie Parrish en V). Comía seitán, tofu y todo tipo de sucedáneos proteínicos con sabor a corcho que después me hacían soñar con muñecos de mortadela. Supongo que algún día volveré al redil porque cada vez soy de menos comer cosas que hayan tenido cara. Sobretodo siendo consciente de una cifra estrella en Planeta Pastilla: un 40% de nuestra producción anual de antibióticos va directa a granjas de producción de carne. Puercos, gallinas y vacas mutantes se pasan media vida de afters antes de acabar en nuestros platos, aliñados con salsa teriyaki, en mi caso.
No quiero convertiros al "Lechuguismo"... tan sólo explicaros que, por más que quiera, no podré volver a ser veggie por el momento. La razón es una misión de carácter reptiliano. Una orden que mi sistema límbico no deja de repetirme a golpe de metrónomo como una obsesión:
No quiero convertiros al "Lechuguismo"... tan sólo explicaros que, por más que quiera, no podré volver a ser veggie por el momento. La razón es una misión de carácter reptiliano. Una orden que mi sistema límbico no deja de repetirme a golpe de metrónomo como una obsesión:
ZÁMPATE A LA LAGARTA!!!
Y es que no puedo más con "la Romesco" (la Diana, ya sabéis: la becaria de comunicación). Normalmente, ante una persona que me cae mal, suelo adoptar una actitud sensata y establezco un código de ignorancia suprema, efectivo el 95% de los casos. Pero con esta tipa es ineficaz. Me saca de quicio y ninguna de mis triquiñuelas parecen afectarle. De nada sirven los cafés que, accidentalmente, desparramo sobre sus chándals, ni los rayos lásers que simulo dispararle tras mis gafas al cruzármela en el pasillo, ni la lagartija de origami a la que le hago vudú con mil y un clips. También resultan inútiles mi collar de criptonita (que me costó un riñón en Ebay) o mis intentos nocturnos de proyección astral para untarle la cara con pasta de dientes o Hemoal.
No hay nada que hacer. Yo estoy carcomida perdida y mi taza rebosante de bolígrafos corporativos por estrenar. Tengo el fosforito de la insulina, el boli con cinco puntas del risedronato sódico, la estilográfica Lexon con el logo de la empresa grabado en plata, los punta finas de la campaña de antiepilépticos... Joyas de la corona pastillera que MI Camille desprecia a cambio de las zalamerías de una embaucadora vestida de elfo futbolero. Estoy empezando a pensar que la lagarta Juancha también es gay...
Nuestros avatares: Lagarta Juancha y Dr. Parrish |
Respira Leona, respira.
Así que me he ido al baño y, sentada en flor de loto, me he puesto a hacer pranayamas (respirar con control). Hasta que entró la señora de la limpieza y me envió el nirvana a tomar por saco. Que una hobbit de metro cincuenta te pinche con la escobilla del wáter mientras te dice "ola k ase" puede llegar a cortarte la digestión. "Ola k ase" - pinchándome como si fuera la caca de la Arale. De donde sacan a esta gente? De telecinco o del día del orgullo friki?
Debo fraguar un plan para que el orden pre-establecido vuelva a reinar. No sé... mandar fabricar un agujero de gusano o contratar a una horda de duendes come-chándals que destruyan su ropero y la condenen a vestirse de pija como todo el mundo.
Ok, espero que a lo largo de la semana se me ocurra algo más práctico.
Hablamos pronto cachorros.
Kisses & Zarpazos,
Leona
No hay comentarios:
Publicar un comentario