Ayer me quedé a dormir en casa de Cabrito Bee. Tenía que desahogar mis estrés laboral pero conectarme al Meetic para acabar hablando swahili por signos no me parecía una buena idea. En ocasiones es mejor darse una tanda de friends & ships. Tejer una red de amigos bien sólida es tan fundamental como tener siempre a mano un spray de pimienta, una muda de bragas limpia o una inyección de epinefrina por si, paseando por la playa, te engulle una ola y te ves atrapado por una plaga de medusas-avispa que pasaba por allí.
Cabrito me recomienda que congele a Diana. Debo de tener algún gen psicokiller porque inmediatamente, en vez de estremecerme con la propuesta, pensé que no tenía el suficiente espacio en la nevera. Aunque, claro, si era al estilo Walt Disney podría encajar la cabeza perfectamente entre los nuggets y la merluza. Pero no. Magia blanca, dice.
A lo que Cabrito se refiere es a meter su nombre en un pote de plástico y luego a este en el congelador. Esta superstición se fraguó, junto con muchas otras, en un monasterio benedictino en el s. XII. Cabrito asegura que fue allí donde ocho clérigos, ciegos de mescalina, lo plasmaron en un códice que actualmente es el libro de texto básico en la escuela las videntes televisivas: "Supermamarrachas del Más allá".
A lo que Cabrito se refiere es a meter su nombre en un pote de plástico y luego a este en el congelador. Esta superstición se fraguó, junto con muchas otras, en un monasterio benedictino en el s. XII. Cabrito asegura que fue allí donde ocho clérigos, ciegos de mescalina, lo plasmaron en un códice que actualmente es el libro de texto básico en la escuela las videntes televisivas: "Supermamarrachas del Más allá".
Cuando escucho de mi amigo esas majaderías siento que me quiere de verdad. Porque nadie se presta a decir tales ridiculeces sino es por amor incondicional.
En fin, a pesar de creer que Cabrito debería sacarse el graduado escolar y dejar de mamar la wikipedia, voy a congelar a la lagarta. A ver si así anulo su flujo de energía negativa por los siglos de los siglos, amén.
Por la mañana he paseado a Kapra, su perra y ha sido gratamente terapéutico. Las bestias tienen ese poder, esa destreza mágica para sanar, no hacen falta las palabras.
Kapra husmeando a Manolito Gafotas |
Choca esos cinco, perraca! |
No hay comentarios:
Publicar un comentario